Consultado 29/3/21 

Urashima Tarō

Colaboradores de los proyectos Wikimedia

Urashima Tarō (浦島 太郎?) es el nombre del protagonista de una leyenda japonesa acerca de un pescador que salva a una tortuga y es recompensado con una visita al Palacio del dios Dragón (o Ryūgū-jō), en el fondo del mar.

Permanece allí durante tres días, y al regresar a su aldea se entera de que han pasado 300 años. Este cuento se considera el ejemplo más antiguo de una historia acerca de los viajes en el tiempo.[1]

Historia

El nombre Urashima Tarō aparece por primera vez en el siglo XV (periodo Muromachi), en el libro Otogizōshi, pero la historia es mucho más antigua, remontándose al siglo VIII (periodo Nara). Libros antiguos como Nihonshoki, Man'yōshū[2]​ y Tango no Kuni Fudoki (丹後国風土記) se refieren a Urashima Taro como Urashimako, aunque la historia es la misma. Esto es debido al cambio en las costumbres japonesas al nombrar; en las eras anteriores, -ko (niño) se utilizaba tanto para nombres masculinos como femeninos, mientras que en épocas posteriores se utilizaba generalmente para nombres femeninos, reemplazado por -tarou en nombres para niños.

Leyenda

Urashima abandona el palacio.

La leyenda empieza con Urashima Tarō, un pescador que ve a unos chicos que están golpeando a una tortuga. Ayuda al animal y éste, herido, le da las gracias y un día después, vuelve a verle. La tortuga le dice que es en realidad la hija del emperador del mar y le invita al Ryūgū-jō, el palacio donde vive el dragón dios del mar, dándole a Urashima Tarō el poder de respirar en el agua. El pescador y la tortuga nadan por el mar y al llegar a palacio, ésta se convierte en una bella princesa. Urashima Tarō se queda en el palacio durante tres días, pero finalmente desea volver a su hogar para visitar a su moribunda madre. La princesa le da una caja misteriosa, diciéndole que no debe abrirla nunca. Confundido, Urashima Tarō nada sobre la tortuga, saliendo del palacio.

Al llegar a su hogar todos habían cambiado. Pregunta a todos si han oído hablar de la familia Urashima o de Urashima Tarō. Le dicen que Urashima Tarō murió hace ya 300 años. Entonces, el pescador se sienta bajo un árbol y abre la caja. Al abrirla, Urashima se convierte en un anciano. De la caja viene una voz: «Te dije que no debías abrir la caja nunca. En ella moraba tu edad.»

Apariciones

Esta leyenda ha aparecido en varios programas de televisión, como en la caricatura japonesa Dr. Slump, Doraemon, Clannad, To Love-Ru, One Piece, Gintama, Ōkami-san to Shichinin no Nakama-tachi, Black Jack, Yu Yu Hakusho, Cowboy Bebop y al final del primer capítulo de la serie Paranoia Agent de Satoshi Kon. También es mencionada en el capítulo 364 y/o 365 del manga Detective Conan, en el capítulo 57 del anime Yo-Kai Watch, en Love Hina en el capítulo 13, en Evangelion 2.22 y en Rascal Does Not Dream of a Dreaming Girl. También la mencionan en el capítulo 3 del anime muy poco conocido RahXephon y es la leyenda en la que se apoya la película Urusei Yatsura 2: Beautiful Dreamer. Al inicio de la vigesimoséptima entrega de la serie de películas Otoko wa Tsuraiyo: Torasan's Love in Osaka (1981) el protagonista tiene un sueño en el cual encarna al personaje bajo el nombre de Urashima.

Véase también

Referencias

  1. Yorke, Christopher (February 2006), «Malchronia: Cryonics and Bionics as Primitive Weapons in the War on Time», Journal of Evolution and Technology 15 (1): 73-85, consultado el 29 de agosto de 2009
  2. Rosenberg, Donna (1997), Folklore, myths, and legends: a world perspective, McGraw-Hill, p. 421, ISBN 084425780X

Enlaces externos

 
¡Bienvenidos a los cursos 2021 de I. Español y APT! Espero que ambos le saquemos el mayor provecho a las clases. Siempre cuenta conmigo para apoyarte en tus procesos de aprendizaje y acompañarte todo el camino al éxito. El tuyo es el mío.

ACTIVIDAD:

  1. Lee atentamente los RECURSOS, investiga las PALABRAS que no entiendes y organiza la INFORMACIÓN en un ESQUEMA TEMA/DATOS/FUENTE.
  2. Busca INFORMACIÓN en otros RECURSOS que pueda complementar o discutir la de este y organízala en un ESQUEMA TEMA/DATOS/FUENTES.
  3. Invierte toda la INFORMACIÓN en PREGUNTAS y úsalas para crear un mazo de TARJETAS que puedan ayudarte en una exposición oral.
  4. Produce un RECURSO con la misma INFORMACIÓN. Puedes cambiar todas las palabras que quieras pero no puedes cambiar la INFORMACIÓN de los RECURSOS que usas como FUENTES.

IMPORTANTE:

Cuando tomes INFORMACIÓN de un RECURSO debes apuntar la FUENTE:
  • En el caso de los libros: autor, año de publicación, título, página, editorial y país o ciudad.
  • En el caso de las páginas web: autor, página, fecha de publicación y fecha en que tú la visitaste.
  • Si la INFORMACIÓN proviene de otro RECURSO debes registrar todos los METADATOS que permitan localizarlo describirlo, comprenderlo, utilizarlo y archivarlo.
Organiza la INFORMACIÓN en FICHAS de MEMORIA. Es bueno razonar con otros para entender la tarea. Pide a alguien cercano que te acompañe: así se aprende mejor. Recuerda que esta materia consiste en investigar, crear dudas, preguntas, consultas: diálogo, a partir del cual crear PROYECTOS de lectura y escritura.

Debido a la Ley 18.331 de protección de datos no recomendamos dejar información personal en los comentarios. Usa la plataforma CREA para contactarnos. Por consultas escribir al correo gramaticase@gmail.com. Descarga la aplicación Telegram e ingresa en el curso que te corresponda.

Ante la ley - Franz Kafka

 




Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-. ¿Cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

FIN

Ante la ley - Franz Kafka
Consultado 27/2/2021

|El viaje de Urashima 4|


Todo iba muy bien hasta que al tercer día Urashima recordó: ¡Sus padres!¡Deberían estar preocupados por él!¡Tenía que verlos! Se lo contó a su esposa, pero ella no quería separarse de él ni un momento, al fin le dijo:

-Bueno. Te llevará la tortuga. Te voy a dar una cajita mágica: nunca la abras, ¡o no me volverás a ver! Cuando quieras regresar a mí, dale un beso y voy a saber que hay que mandarte a buscar.

Al otro día, Urashima partió con la tortuga, que lo llevó en una burbuja como antes y lo dejó en la costa. El muchacho fue hacia la aldea y en el camino le sorprendió cruzarse sólo con desconocidos. Cuando llegó a su casa, la sorpresa fue mayor: la habían pintado, el jardín tenía otras plantas, un perro salió a ladrarle y se asomó un viejo al que nunca había visto.

-¿A quién busca joven? -le preguntó al muchacho.

-¿Cómo a quién? -dijo él-. ¡A mis padres! Soy Urashima.

-¡Qué broma de mal gusto! -se enojó el otro-. Sé muy bien, porque mi abuelo me lo contó cuando yo era chico, que justamente acá vivió un pescador Urashima con sus padres, pero hace cien años desapareció en el mar. ¡No venga a molestar a un anciano!

Urashima se dio media vuelta y se fue, desesperado: ¡Sus tres días bajo el mar habían sido un siglo en la tierra! ¡Tenía que arreglarlo! Entonces recordó la cajita mágica; a lo mejor servía para remediar su problema. La buscó, y, cuando estaba sacando la tapa y ya era muy tarde, recordó la recomendación de su mujer. Adentro había un polvito rojo, muy fino, que voló con el viento. En ese mismo momento las manos se le arrugaron y los dedos se le agarrotaron, sintió que se encorvaba, que le dolían los huesos, que las piernas apenas lo sostenían. Se pasó la lengua por las encías ya sin dientes, y de reojo vio que el pelo se le había vuelto blanco. Ahora tenía más de 120 años.

Como pudo, levantó un palo para que le sirviera de bastón y se fue a la playa. Tenía que quedarle muy poco de vida. ¡Qué desastre!¡Y con lo que quería a la Reina del Mar! Al menos tenía que gritárselo desde la orilla.

La espumita de las olas ya le rosaba las sandalias, cuando del agua salió la tortuga y, meneando la cabeza, dijo:

-¡Ay, Urashima!¡Abriste la cajita mágica! Bueno, pero así como un día dejaste lo que hacías y me salvaste, ahora yo haré lo mismo por ti. De abajo de una pata sacó una conchilla cerrada y se la dio a Urashima.


-No se te ocurra abrirla. Tiene otro poco de polvo mágico. Y no le cuentes nada de esto a la reina -le avisó.

En el momento, el otro volvió a ser joven, se montó en la tortuga y los dos desaparecieron entre las olas. Urashima todavía debe vivir allá abajo.


|El viaje de Urashima 3|







De entre los árboles aparecieron corriendo, parados sobre la cola dos grandes peces dorados. Iban vestidos y en las aletas llevaban lanzas.

-¡Alto! -gritaron-. ¿Quién va?

-Soy Kaskaruda, con el invitado Urashima -explicó la tortuga.

Los peces guardianes le hicieron una reverencia al visitante y con señas le indicaron que siguiera solo por un caminito de piedra. Dos camarones, grandes como hombres y con ropas de seda, llegaron muy apurados. Se inclinaron ante Urashima, que estaba asustado, y lo llevaron a un palacio con paredes de nácar. No lo tranquilizó nada ver a otros cuatro guardias, porque eran tiburones, también vestidos y con espadas a la cintura. Pero ellos lo saludaron con respeto y lo hicieron pasar a un salón.

Allí, en un trono dorado, estaba... no una almeja gigante o algún pulpo, como temía el muchacho, sino una mujer joven y muy hermosa, de pelo larguísimo, que lo saludó con una sonrisa y habló:

-¡Bienvenido honorable y piadoso Urashima! Soy la Reina del mar y quería conocer al hombre bueno que ayer salvó a uno de mis queridos súbditos.



Y levantándose lo tomó de la mano y lo llevó a una mesa maja, rodeada de almohadones para sentarse en el suelo. La joven dio una palmada y aparecieron dos calamares, vestidos con impecables kimonos; en cada tentáculo traían un bol con comida distinta, y en un momento sirvieron la mesa. Urashima se tranquilizó. probó todo -que estaba exquisito- y fue contestando las preguntas de la reina. Después, dijo ella le dijo:

-Sé mi huésped por el tiempo que desees, y si quieres quedarte para siempre, estaré feliz, porque es bueno encontrar a alguien tan amable.




Urashima estaba muy a gusto, porque la reina lo embobado con su simpatía y belleza; y ella también parecía a sus anchas con él. Y era así, no más, porque después de otro poco de charla no anduvo con rodeos -para eso era reina, y se lo propuso:

-Y si te quieres casar conmigo, estaré más feliz todavía. En caso de quedarte, debes saber que vivirás para siempre, porque acá, nadie muere.

El muchacho aceptó la propuesta, sin dudar. Al día siguiente, se casaron y hubo una fiesta con cientos de invitados, imposibles de encontrar en una boda común y elegantísimamente vestidos: caracoles coloridos, peces de todo tipo, cangrejos pulpos y tortugas.

|El viaje de Urashima 2|




Al otro día, a la mañana temprano, echó el bote al mar y empezó a remar. Como ya había otros barquitos cerca de la orilla, se alejó para pescar tranquilo. Tiró la red un par de veces sin suerte, remó más allá y después otro poco más allá, hasta que perdió de vista a todos. En ese momento, oyó una voz que lo llamaba desde muy cerca. ¿Cómo podía ser si estaba solo? Pero volvió a escuchar:

-¡Urashima!¡Acá, tonto!

Miró al agua, esperando que hubiera un nadador, pero lo que vio fue la cabeza de la tortuga, que era quien hablaba:

-Mi reina te quiere conocer. Voy a llevarte con ella.

-¿Cómo vas a hacer si soy más grande? -se rio Urashima, disimulando lo nervioso que lo ponía una tortuga conversadora.

-Ya vas ver. Siéntate sobre mi caparazón, con confianza.

Urashima sacó las piernas del bote y con cuidado se fue acomodando sobre la tortuga. Cuando ya creía que iba a parar de cabeza al agua, ¡el caparazón se ensanchó y ensanchó, y él quedó cómodamente sentado!

La tortuga comenzó a nadar a toda velocidad. La costa se hizo una raya oscura y después no se vio más; entonces, de pronto el animal agachó la cabeza y se hundió. Urashima dio un grito, pero ni llegó a mojarse, porque de los bordes del caparazón brotó una burbuja que lo envolvió por completo.


Bajaron más y más, pasando como una flecha entre peces plateados, hasta que el agua se hizo muy oscura. Cuando ya no se veía nada, a lo lejos Urashima descubrió un resplandor que se fue agrandando y se convirtió en una burbuja asentada en el fondo. La tortuga arremetió hacia allí, la atravesó y en seguida estuvieron sobre un suelo seco, con pasto. El aire era tan fresco como el de la superficie.

|El viaje de Urashima 1|

 
Japón es una isla rodeada de mar, y por eso allí siempre hubo pescadores. Hace muchos siglos, uno de ellos, que era bastante joven y se llamaba Urashima, le pasó algo muy, pero muy raro...

Todo empezó una mañana cualquiera, cuando el muchacho remendaba su red en la playa y desde lejos le llegaron los gritos de unos chicos muy alborotados. Se amontonaban alrededor de algo que había en el suelo y parecían estar tirándole piedras.

Urashima era curioso y por eso dejó la red y el ovillo de hilo y fue a ver qué pasaba. Cuando llegó, se le estrujó el corazón: en la arena había una pobre tortuga de mar que estaban maltratando sin piedad.
 
Indignado, gritó:

-¡Chicos! ¡Por favor, dejen en paz a ese animalito!

Pero el mayor que era más bien insolente, le contestó: 

-La tortuga es nuestra y le hacemos lo que se nos antoja.

Entonces, el pescador sacó unas monedas y propuso:

-Te la compro.

Los chicos aceptaron, se fueron y él se quedó con la tortuga. La levantó con cuidado, le limpió la arena con la mano y, con la manga, la acarició un poco y la llevó al agua. El animal se sacudió, movió las aletas y se sumergió en el mar. Urashima volvió a lo suyo y al rato se había olvidado del asunto.